Playa de Santa Cristina
Francisco Llorens Díaz nace en A Coruña en 1874. Debido a su inclinación por las artes, se matricula en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal, en la materia impartida por Román Navarro. A pesar de que nunca abandonó sus estudios de comercio, su vocación artística le lleva a realizar, desde 1892, constantes viajes a Madrid, donde asiste a las clases de Carlos de Haes, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y realiza frecuentes visitas al Museo del Prado para estudiar a los grandes maestros. Será en estos momentos cuando ingrese en el estudio de Joaquín Sorolla, del que asumirá la pasión por la luz.
Tras unos años entre A Coruña y Madrid, en 1900 le otorgan una bolsa que le permitirá estudiar cuatro años en Roma, momento que aprovecha para recorrer Europa y entrar en contacto con las principales corrientes artísticas del momento. Tras su vuelta A Coruña, en 1907, traba amistad con Emilia Pardo Bazán, relacionándose con los intelectuales gallegos de su entorno. En 1914, consigue una plaza como profesor de Dibujo y Caligrafía en Madrid, donde permanecerá durante los cursos académicos, residiendo los veranos en Galicia, hasta su muerte en 1948.
A partir de la segunda década del siglo, el paisaje gallego se convierte en base inequívoca y consciente de su trayectoria personal. En ese contexto, el pintor comienza a reflejar en su obra distintos lugares de Galicia, en particular de los aledaños de A Coruña, que visita a lo largo de cortos recorridos. A La hora de retratarlos se siente atraído por las infinitas variaciones que el tiempo atmosférico produce en el paisaje, en busca siempre del panorama puro y la naturaleza más real cuanto más solitaria.
La obra que estamos viendo fue realizada en 1917, durante uno de sus veraneos en A Coruña. En ella retrata el corredor de arena o barra, de la playa de Santa Cristina en el municipio de Oleiros. Este cuadro, dedicado al arquitecto Antonio Palacios, es una réplica autógrafa del que se mostró en la Exposición de Arte Gallego de A Coruña de 1917, bajo el título de la Barra de Santa Cristina. Como solía hacer en muchas de sus obras ,nos encontramos ante una amplia panorámica de la playa y de la ría, realizada desde un punto de vista elevado, posiblemente desde las Xubias, para recrearse en todos los accidentes del paisaje, y desarrollar, a través de los distintos planos que la organizan, uno sin fin de matices y transiciones en la lejanía.
El cuadro supone un precioso testigo para conocer una determinada realidad geográfica que fue cambiando a lo largo de las décadas, en algunos casos hasta situaciones que hoy la hacen irreconocible.