Manolo Paz nace en Cástrelo, una aldea próxima a Cambados, en 1957 en el seno de una familia humilde, ligada a la agricultura y el comercio de la carne. Desde pequeño mostró su tendencia creativa diseñando juguetes, que más tarde pasarían a ser figuras humanas, preludio de sus dotes para la escultura.

En 1977 se matricula en la Escuela de Artes y Oficios Maestro Mateo de Santiago de Compostela, donde entra por primera vez en contacto con al ambiente artístico, produciendo una serie de Collages de carácter dadaísta, tras lo cual se incorpora a la docencia en la Escuela de Canteros de Poyo. Estos momentos serán tiempo de ensayos que tienen como resultado la Serie Satélites, realizada con materiales como el hormigón. Ese mismo año, 1983, realiza su primer viaje Nueva York, donde entra en contacto con las nuevas tendencias artísticas a través de visitas al MOMA, y otros centros culturales.

A su regreso a Galicia, cambia sus intereses, y comienza a trabajar sobre el granito, reflexionando sobre la cultura autóctona, desde el diálogo entre la obra y el lugar en la que se sitúa, configurando una estética que desarrollará durante toda su carrera.

La escultura que observamos titulada Árbore (árbol), fue realizada en el 2000, en una etapa de madurez artística. El uso combinado de la piedra y la madera, habitual en su producción desde 1986, adquiere nuevas connotaciones al dejar de usarse la madera únicamente como peana, para plantearse como parte figurativa de la obra, que responde a la personal interpretación que Manolo Paz hace del árbol, jalonado por ramificaciones pétreas en un juego de equilibrios y tensiones, que despiertan el recuerdo de soluciones de la arquitectura popular gallega, que ya fascinaban a un adolescente Manolo Paz, cuando recorría Galicia acompañando a su padre a las ferias de ganado.

Esta forma de ensamblaje llega a su máximo exponente a mediados de los noventa, cuando plantea estructuras expansivas engarzadas de la misma forma, llegando a medir, la mayor de ellas, seis por trece metros, permitiendo al espectador pasear por su interior. Sus esculturas, portadoras de una fluida relación con una naturaleza sin idealizar, surgen con frescura desde el cariño a lo existente, materializando una mirada personal que lo consolida como uno de los grandes nombres de la escultura gallega contemporánea.